
11 Sep TRES CAMINOS PARA “ILUMINARSE”
En los tiempos que corren, la humanidad demuestra una y otra vez que la prioridad de la raza humana pasa hoy por sembrar conciencia. De la misma manera que cuando se cultiva un campo las semillas son plantadas una a una para conformar un todo que es la cosecha, esa siembra de conciencia ha de ser individual, íntima y profunda para poder compartir y reencontrar ese trabajo interior con y en otras semillas que coinciden en el mismo campo de cultivo.
El problema es el nivel de conciencia porque no todo el mundo tiene el mismo nivel de comprensión. Y no lo tiene por la sencilla razón de que nos comportamos como seres racionales que navegamos en un océano de inconsciencia.
Afrontar esa siembra de consciencia personal es un trabajo heroico de re-conocerse a sí mismo. Pero pocas personas todavía acometen este reto porque estamos atados a la identidad individual. Nos dieron un nombre, un sistema psicológico cuyo origen reside en la familia, repetimos el pasado una y otra vez, vivimos en una sociedad que nos marca y nos compromete y formamos parte de una cultura que se compone de leyes y creencias asumidas y compartidas por todos.
Familia, sociedad, cultura, creencias y leyes son el pasado que nos impide avanzar y que nos confronta con la necesidad de ser valientes, de mirarse a uno mismo e iniciar ese trabajo interior de conciencia personal.
¿Cuál es el origen de ese miedo a confrontarse a uno mismo, de abrir la mente, de expandir la conciencia, de darse la libertad de ser quien uno es y de no ser lo que otros han querido que seamos?
La respuesta es la familia. La familia funciona como un clan cerrado (la pequeña familia) dentro de otro clan mayor que es la sociedad (la gran familia). El gran miedo de la persona que pertenece a ese pequeño y gran clan, es que pueda ser expulsado del mismo. Ese miedo se basa en la actitud sutil o patente de la familia cuando de infinitas formas posibles manifiesta la sentencia “Si tú cambias, ya no eres parte de nosotros. Si cambias, no esperes que te sigamos queriendo”.
Desde la infancia la familia marca predicciones, caminos a seguir, planes que ya han sido diseñados para esa persona que crece en un sistema que ya tiene preparado su destino. Nos ponen un “traje” que empezamos a usar desde el vientre de nuestra madre y que con el tiempo llega a convertirse en una cárcel. Si ese destino marcado de antemano es traicionado, la persona se sentirá psicológicamente rechazada, repudiada, sola y abandonada. Ha perdido la protección del clan.
Muchas personas se encuentran atadas a un nombre, a una nacionalidad, a un idioma, a un sistema de ideas, a una religión, a unas ideas políticas heredadas. Para cambiar con autenticidad, para sembrar conciencia interna e individual primero, y colectiva después, hay que estar dispuesto a disolver esas ataduras. Un trabajo de disolución para alcanzar a nuestra verdadera identidad, a nuestro ser esencial. Cuando te encuentras a ti mismo, cuando llegas a ser tú mismo, es cuando llegas al “nosotros mismos”.
Cuando una predicción se convierte en poderosa, penetra hasta lo más profundo de la mente, hasta el inconsciente y es allí donde se desarrollan las más sólidas creencias sin que ya seamos capaces de dirigir ni controlar nada. Esas creencias pasan a convertirse en un hábito de comportamiento que siempre va a tener la tendencia de cumplir lo que se cree y hasta que no se cumpla la predicción, la persona, sin saber muy bien por qué, se siente intranquila, con miedo.
Si te sientes perdido, desorientado, si sientes malestar en tu interior, si sientes vacío y por un momento te decides a iniciar ese trabajo iniciático personal de tu propio reencuentro personal, ten presente que podrás hacerlo de tres formas:
Forma 1: Es la forma ESPONTÁNEA. Sin planteamiento alguno. Te encuentras a ti mismo de repente, sin que te lo propongas. Es algo así como una iluminación repentina. A ella han accedido a lo largo de la historia muy pocas personas y de la mayoría no has oído ni hablar. Si estás leyendo esto, esta forma es poco probable que la conozcas en esta vida. Forma de practicarla: siéntate en un parque y espera que venga o sueña un sueño especial que consigas comprender.
Forma 2: Es el camino de la CONSTANCIA, la PACIENCIA, la DISCIPLINA y el COMPROMISO PERSONAL. En esta sí hay planteamiento. Te pones a estudiar, a leer y re-leer libros, a asistir a cursos y seminarios, a seguir a maestros espirituales, a trabajar en el seguimiento de pistas que te conduzcan al conocimiento supremo para poder experimentarlo en tu realidad. En definitiva, “te trabajas a ti mismo” y mientras lo haces, te encuentras. Esta forma no es tan improbable como la primera pero se encuentra con el inconveniente de no haber cultivado previamente el hábito de, en soledad, ser disciplinado, comprometido, constante y paciente con independencia de los vaivenes de tu mente e incluso del resultado que se pretende. Forma de Practicarlo: Lee diariamente, medita, observa sin valorar, trasciende la mente y el ego, contacta con tu Ser y, a través de él, con Dios, ora, trabaja y gasta mucho dinero en invertir en ti mismo.
Forma 3: Es el encuentro con EL MENTOR, con el guía, con el compañero de viaje que tiene más experiencia que tú en lo que vas a proponerte. Tomas la decisión de reencontrarte, sabes que sin ayuda será poco probable que lo consigas y te pones a buscar a alguien que ya se ha iniciado en el camino y que pueda guiarte en el tuyo. Aquí la dificultad reside en encontrar a ese alguien que de verdad sepa y pueda acompañarte en la aventura. Forma de Encontrarlo: Lee mensajes como este y contacta.
Nos vemos por el camino…
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